(...se incendia en el recuerdo)

7 de junio de 2012

Qué más iba a escribir aquí que no fuera tu nombre, con mis dedos que no fuera tu nombre, con la misma lengua que saborea un mango tu nombre, los ojos cerrados tu nombre, los espacios vacíos tu nombre. Todo lo que es tu voz pronunciándolo, perdonando la vida como dice la canción, contando un paso como si de roca sobre marmol se tratara. Somos un caracol, pienso, enroscándome en la silla. Y ya voy a viajar y las ansias y las ganas y las múltiples cosas que cómo podría describir se me hacen nudos de la garganta a abajo. Me has sobredimensionado.
A veces llegas en imágenes de sombreros, serpientes, iguanas, cenizas. Soy una sombra, decías, o un fantasma y yo no puedo hacerte ver que no, que esos son contenedores y en la realidad estás tú, pasto creciendo, como agua. Como agua tu nombre.
Empiezo a entender que esa es mi manera de querer y así la llenas.

21 de marzo de 2012

Asi va

Que mi poca habilidad en la conversación sea compensada con el entendimiento de lo que pasa adentro de mí.

5 de febrero de 2012

Memoria

Nada hermoso, nada terrible, nada de nada si no es contigo, si no eres tú.
No es sorpresa que, siendo así, en todo esté la memoria latente, recordándome de ti.

1 de noviembre de 2011

Mudanza

Esta es la última madrugada que paso en esta casa. Tres meses apenas que no bastan para que sienta nostalgia por un lugar así. A esta gente no la quiero, le confesé a Emilia después de darme cuenta. Nunca terminé de entender si estuve viviendo en una casa o en una habitación que compartía una casa. Y las cosas raras — la abuela C., de visita temporal (aunque se prolonga su estadía indefinidamente, a pesar de que ella me insiste que ya casi se regresa al Perú) con su alzheimer repitiéndome diario la misma historia, con los mismos detalles y los mismos moviemientos de cuerpo, diciéndome que puedo ir a visitarla a Perú cuando quiera, el chico del que ni sabe su nombre, ey, tú, puedes venir a visitarme, y trae a tu mamacita, seguro que nos hacemos amigas; C., la mujer que no te mira a los ojos, que te pregunta siempre si ya fuiste a la librería, la que no tiene más que una playera color salmón (es verdad, nunca la he visto usando otra ropa que no sea esa, casi como de caricatura) y que nunca cierra la puerta cuando va al baño; y A., el que sufrió un accidente de coche hace meses y está en incapacidad por quién sabe cuánto tiempo más, que no abre bien la boca para hablar y es celoso de la comida de la casa. Ahora lo pienso y los tres podrían mezclarse en una figura grotesca ciega, muda y olvidadiza. Sería un espectáculo de carne, como un tumor naciendo del labio inferior, como un ojo rojo salido perdido en el suelo. Y los mismos movimientos, porque en ellos existe toda la verdad que hay en el cuerpo.

Tenía que pasarme, pienso, que ni siquiera me apropié de mi habitación. Apenas comenzaba a usar algunos de los cajones. Aún no empaco y sé que será cosa de minutos. Es, sin embargo, rara la sensación. Me voy de aquí para irme a un lugar peor en el que, ya lo sé, me divertiré más por lo difícil del lugar —habitaciones donde apenas cabe, literalmente, la cama, como oficinas, una tras otra tras otra hasta cien, deben ser divertidas—. Esta casa guarda un trozo de vísceras mías, como si de mi propio cerebro y un capítulo sin importancia, aunque no por eso menos divertido, se tratara. Ya aprendía a caminar ligero en la madera, después de días y noches de tener que hacerlo. Raro también porque llegué cuando la casa estaba normal y al día siguiente empezaron a destruirla para remodelar paredes y baños. Raro porque me voy a unas semanas de que hayan terminado y recordándola destruida. Mañana que salga por última vez la veré como casi no me tocó verla sabiendo que hay más detrás de las paredes de lo que aparentan. Mi estancia aquí fue la destrucción y remodelación de la casa; se mira igual pero es más sólida ahora. Ojalá así sea. Esta es apenas una escalera, o una serpiente, en el jueguito donde tomamos decisiones y avanzamos de pronto. Adelante, Bonaparte.

Ya me voy y de nuevo me siento como una sombra. Cada vez me alejo más de donde podría estar bien porque confío que las situaciones extremas sacarán algo de mí que aún permanece escondido. Así se conoce uno.

Tengo que empacar, pues. A matar la costumbre.

26 de octubre de 2011

Rosal

El problema con nosotros es que ha sido apostar a escribirnos en agua y esperar que caiga un rayo justo en el dedo que nos traza, que suceda que el dibujo en el agua se vuelva de sal y se petrifique, que sobreviva al ímpetu del momento que, a todos por igual, nos corresponde como cotidiano y frágil. Eso, aves de paso, flores de un día que se empeñan en dolerle al ruiseñor que, de cualquier manera, no está clavándose sus espinas en las entrañas para volverlas rojas. Qué más da (siguiendo el juego) si la reina se emputará y nos mandará cortar la cabeza de cualquier manera.
Platicándolo con Fa me di cuenta de que en mi intento por reducir las esperanzas a nulas, por no esperar nada de la situación, terminaba esperando algo. Claro, si estoy aquí es porque espero que algún día haya algo más. Pensar estas cosas sólo me hace llegar al punto de partida porque me convenzo luego de que no hay por qué esperar algo. Pero una sonrisa, o escuchar su voz, o amarla en tanto que me cambie la vida…
Ahora que está tan cerca, vamos, ojalá me cambie la vida, que apriete más fuerte, que ya dos veces se clavó la espina de la rosa en el corazón y en la tercera se verá qué sucede.

14 de octubre de 2011

De cuando (nada)

Y, cuando el sentimiento que aseguro vivirá por siempre dentro de cada uno se lance al charco que es el olvido, cuando el arrebato de furia pierda el hilo que tira de él hacia ti y se vuelva solo un muñeco sórdido sin relleno ni sentido; cuando volvamos al cuenco del que llegamos y hayamos perdido en la piel eso que nos hacía volver durazno su textura, volver los dedos lenguas y las palabras abismos, insuperables distancias que dan la vuelta al mundo de tan grandes y tan próximas, cuando cesen el color, forma y fuerza, cuando por fin lleguemos a lo desconocido; cuando miremos sobre nuestros hombros y recordemos un espacio vacío (porque existió: ese tipo de presencias no se olvidan) pero seamos ya incapaces de sostener la mirada con el vacío y enfrentarnos a nosotros, al uno que es el otro, que lo somos ahora, porque se haya esfumado de ambas mentes; cuando la violencia sea ya inercia y viva sin necesitarnos… Cuando todo esto pase y nunca nada haya existido, ¿qué?

7 de octubre de 2011

Maya Deren

"I am not greedy. I do not seek to possess the major portion of your days. I am content if, on those rare occasions whose truth can be stated only by poetry, you will, perhaps, recall an image, even only the aura of my films."

—Maya Deren